Hasta chocarse contra una pila de maderos que se mantiene inalterable junto a la chimenea apagada de su nuevo hogar. De todo es capaz el niño para llamar la atención. Pero sus padres no le hacen ningún caso. Inútiles son también los aspavientos ante la mesa, suplicando el postre, su lento deambular nocturno por el pasillo, arrastrando los pies, y los llantos que se oyen en el piso superior. Hay que hacer como si no estuviera, ordenó el psicólogo. No será nada fácil, pero tienen que aprender a ignorarlo. Solo de este modo lograrán lo que los demás ya han conseguido. Solo así podrán olvidar el incendio.
Este microrrelato ha participado
-sin éxito-
en el Relatos en Cadena.
Esperaremos la nueva frase de inicio.